VIDA
Cuando hacía unos años, en la semana treinta, fueron los tres a la revisión rutinaria y salieron al día siguiente siendo solo dos, supieron que habían cambiado para siempre. Elena, abatida y silenciosa, arrastraba lo que quedaba de ella hasta el coche queriendo sentir todavía dentro de su útero el hormigueo del bebé. Gonzalo, consternado y reflexivo, solo podía deshacerse en atenciones hacia su mujer para que se sintiera cuidada. No podían hablar porque cualquier palabra desataría la tormenta del…