NOMBRE

NOMBRE

 

Hubo un tiempo que no me gustaba ni nombre. Le cogí tirria, lo aborrecí y hasta casi lo odié. No puedo explicar bien el por qué. Quizás las bromas, el diminutivo… Y así como ese ardor interno llegó, se fue pasando y le busqué lo bonito de mis tres letras. Y cada vez me gusta más.

Llevar la tradición familiar conmigo, tener a mi abuela presente cada día, ser capicúa, los amantes del círculo polar y su teoría de los nombres…

He asumido que para algunos soy Anita, por suerte no muchos, y ya no tengo complejos con el diminutivo. Me encanta ser Ana y que el hebreo diga que significa ser benéfica y compasiva. Y me encaja esta descripción a la perfección.

 

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