Allí en la soledad de la tarima, la malograda mujer comenzó a declamar:

¡Asesinos! Me dirijo a vosotros. Los que me habéis perseguido desde que tengo memoria, los que habéis falseado, mentido y especulado con mis costumbres. Aquellos que amañasteis el inquisitio de vox et fama para que acabara ante vosotros y, con seguridad, me llevaréis en pocos días a la hoguera.

¡Criminales! Si, vosotros, que os creéis a salvo de cualquier justicia, superiores e intocables. Esos ropajes negros solo son una muestra del color de vuestra alma. Con cada acusación solo calumniáis a todas las que, como yo, pretenden ayudar a nuestros iguales, con pócimas y brebajes.

Yo, que he podido curar con mis manos, que he salvado a todo aquel que ha confiado en mi tratamiento, que he devuelto del averno a niños y ancianos. Victoriosa he soportado vuestra interlocutoria tormentorum y, aun así, negáis mi inocencia. No permitís que demuestre la bondad de mis métodos.

Pensáis que con mi muerte mermaréis la estirpe de mujeres con poderes, de brujas, blancas, negras o grises, con las hechiceras, las curanderas, las videntes, las wiccas, las espiritistas. Pero no. Vuestro cometido nunca llegará a su fin. Somos muchas, estamos entre vosotros, escondidas y expectantes. Anhelantes de ayudar y deseosas de acabar con los que no nos dejan avanzar.

Vosotros, los que me miráis atemorizados. Os juro que la peor de las maldiciones caerá sobre cada uno de vosotros porque, mientras esté ardiendo en la hoguera, usaré todo mi poder para que así sea. Viviréis entre tinieblas, terrores y atrocidades. Sufriréis por triplicado mis dolores y buscaréis a esas que tanto odiáis para calmar vuestra tortura.

Y entre carcajadas espeluznantes comenzó a recitar:

Daemones voco et obtestor.
Maxima poena tibi erit.
In te vivent tormenta.
Iudicium erit aeternum et labor perpetuus.

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Disparador creativo: Los retos de Ludus