CONFESIÓN
Cuando entraron al cobertizo solo pudieron corroborar que aquello era una tragedia. Los tres cuerpos estaban amontonados. El primero correspondía a una mujer de unos cuarenta y cinco años que yacía boca abajo. Encima un chico de diez años descansaba ensangrentado e inerte. A poco más de 2 metros, reposaba un varón que no llegaba a cincuenta años. En la esquina de la habitación una escopeta de caza. A la derecha, de pie, un chico de quince años los miraba…