NADA
Subió aquellas escaleras sabiendo que nunca más jugarían en esos escalones, ni bromearían con la barandilla, ni tendrían niños correteando mientras, felices, decoraban el árbol. Todo se desvaneció con su última palabra. La casa se quedó inerte cuando él decidió salir. Y ya nada tenía sentido. Ni los trajes lujosos, ni las fiestas privadas, ni las joyas, ni los mejores elixires que antes bebían con la pasión que se difuminó… Ahora era ella y los kilómetros de casa en…