NARANJA
Hablándoles de árboles frutales, en la pizarra la profesora escribió la palabra: NARANGA. Tenía un nudo en el estómago y no sabía bien si era porque nadie se atrevía a corregir aquella aberración o porque sentía que era su deber gritar a los cuatro vientos que había una falta de ortografía. Y así lo hizo; se levantó, y con un grito seco la interrumpió diciendo. ¡NARANJA! Sus compañeros la siguieron imitándola y gritando distintos colores ¡VERDE! ¡AZUL! ¡MORADO! Ella se ganó la expulsión de clase por revolucionaria. Nadie entendió nada. Las faltas son importantes; las formas mucho más.
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