¡NO!
A pesar de que el mensaje que le tenía que decir era importante, que digo importante, vital para él, se negaba tajantemente a escuchar y ser conocedor de que su vida corría peligro. Le insistí que atendiera a mis consejos, que le ayudarían a salvarse y su respuesta fue un ceño fruncido, taponarse los oídos y gritarme ¡NO! Tres días más tarde, murió.