MI NUEVO YO

MI NUEVO YO

Una hora en el tren donde estuve dándole vueltas a las palabras que pronunció el doctor con su tono aséptico, impasible, inexpresivo. Tan frío como la sala de espera donde tantas veces esperé esta cita. Se había acabado. Ya no habría más revisiones, ni más analíticas, ni incertidumbre, ni recelo. Era libre.

— Estás curado. Esta es tu última revisión.

Así salí de aquella sala. Perturbado por todo lo que iba a pasar a partir de ese momento. Volvería a recuperar el tiempo. Los lunes por la tarde, en lugar de sesiones de quimioterapia, iré a la asociación contra el cáncer a echar una mano a los que están en otro punto del camino.

Los martes, en vez de psicóloga, tenía pensado dedicármelos a mi con un largo paseo, daba igual si era cerca del mar o por la montaña para saborear que podía dar un paso más, que podía caminar, respirar y vivir.

Los miércoles, lejos de planificar las citas médicas de la semana siguiente, quería dedicarlos a todos los que habían estado conmigo en este bache tan profundo. Visitarlos, tomar café, charlar sin llorar. Vivir con ellos sin temer que fuera la última vez.

Los jueves no tendría que dedicarlos a buscar pañuelos nuevos, ni pelucas, así que serían los del hobby porque necesitaba comenzar algo nuevo en mi vida. Mientras buscaba a qué dedicar esas tardes me iré informando de las actividades en mi zona, iré probando clases gratuitas de esto y aquello hasta encontrar ese «clic».

Los viernes ya no necesitaría ir a radioterapia, ni a cualquier cita médica de revisión, así que los iba a dedicar a estar en casa, tranquilo, sin planes y sin estrés. Solo leer, ver algo en la tele, una serie, una peli. Nada más.

¿Y los fines de semana? Viajar, era mi plan. Hasta donde llegaran los ahorros, hasta donde el tren, avión o coche me quisieran llevar. Había perdido tantos fines de semana sin alejarme, por miedo a una recaída, por temor a un bajón, que ahora, libre, solo necesitaba escapar, salir.

Y por las mañanas, por fin, volver a la dulce rutina de madrugar, de trabajar, de tener cosas que hacer y no estar en una pausa indefinida. Al empleo que, por suerte, no perdí. Convivir con los que dejé allí muchos meses atrás. Sentir que sigo en este mundo, que valgo, que vivo.

Acabando la reflexión llegó el tren a la estación. Estaba a punto de comenzar la vida de mi otro yo.

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