F. F.

F. F.

Aquella carta la perturbó sobremanera porque era tan enigmática que dudaba entre creer que era una broma sin gracia, o bien una realidad a la que enfrentarse. No eran muchas en aquella época pero, entre todas, Teresa destacaba por sus retratos realistas, justo lo que buscaba el misterioso modelo.

La cita era dos semanas más tarde, el tiempo justo para organizar su equipaje y trasladar su estudio a una Alemania todavía en guerra. Todo aquello era tan misterioso como intrigante y, ella, ávida de este tipo de desafíos no dudó en aceptar. Empaquetó sus principales materiales, se despidió de familiares y amigos para emprender aquella aventura, a solas.

En su destino, se encontró con su metro setenta y cinco, uniformado, imponente y calculador. En un inglés macarrónico por ambas partes se pudieron entender. Él la invito a teñir su pelo de rubio porque, tan oscuro no estaba bien visto y podría causarle problemas; más a él que a ella, se podría decir. Ella denegó aquella invitación justificando que, como española, debía mantener el color característico de los cabellos en su país.

La primera sesión sirvió para el boceto. Gesto rígido, y en su mirada la crudeza y la maldad. Él apenas hablaba y ella, concentrada en su tarea, tampoco lo necesitaba. En las siguientes sesiones fue dando forma a cada uno de los detalles de su uniforme militar, su impoluta imagen con pelo repeinado a la izquierda.

—  ¡Qué gran contradicción! — pensó Teresa.

En la última sesión se atrevió a finalizar el retrato con el detalle. El bigote ridículo que adornaba su labio. Sin duda, le restaba la credibilidad que él buscaba y a ella le sirvió para dibujas dos efes mayúsculas que, con gracia, consiguió ocultar y pocos podrían entrever. Fuera Führer.

 

**Relato escrito para los Retos de Ludus

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