EL OLIVO
No había mejor momento en el día. Sentado, sin ruidos. Con suerte, en inviernos lluviosos, solo se escuchaba el riachuelo cercano. Pequeños placeres que pocos sabían que existían. Tras una larga caminata entre olivos y almendros. A solas. Bueno, obligado por sus hijos, no tan solo. El pequeño artefacto móvil que apenas acertaba a comprender. — Papá, acuérdate siempre de llevarlo. A ti no te cuesta nada y a nosotros nos evitaría un disgusto grande. — le recordaba su hijo…