EL ELIXIR
José era feliz, de los que se ve en la cara. De mejilla sonrojada, sonrisa presente y gesto amable. No perdía el tiempo en citas médicas porque, simplemente, era un roble. Fuerte, robusto, sin achaques ni hendiduras. Sabía disfrutar de las pequeñas cosas, del comer, del vivir, del sentir, incluso del trabajar. Pero también tenía un punto débil, en su caso, la fugacidad del tiempo. Su rostro, si alguna vez se torcía, era al conocer algún fallecimiento, ya fuera de…