EL CHISPAZO
El día que había elegido para morir había llegado y lo tenía todo planificado. Para cuando todos se dieran cuenta, él debería llevar horas muerto. La despedida en la mesa, la determinación en las piernas y el puente a pocos kilómetros de allí.
Al llegar, se lo pensó un par de veces hasta sentarse en la barandilla y allí, petrificado, casi desborda el río que corría por debajo con sus lágrimas, esperando un redentor que no llegaba. Parecía más fácil en su cabeza. En el último impulso, escuchó la risa de una niña. Ese chispazo le valió.