AMOR SECRETO
Cada mañana me levanto con la misma incertidumbre. ¿La veré? Deseo con todas mis ganas que sea así, pero solo el azar de sus turnos tiene la respuesta.
No recuerdo cuando empezó este sentimiento, ni qué lo provocó. Pudo ser su sonrisa a primera hora de la mañana iluminando el día, o bien el gracejo con el que asigna medicaciones a pacientes. Con delicadeza, con sumo cuidado, con toda su atención. Mientras lo hace me puedo quedar embelesada mirando hasta que alguien de mi alrededor me saca de un codazo de mi ensimismamiento. Pero ni siquiera así me daba cuenta de qué me estaba pasando. En ese momento solo me dedicaba a mirarla.
Poco a poco he empezado a no parar de imaginarla. Al levantarme mi primer pensamiento es ella. ¿Estará hoy? ¿Hablaremos? ¿De qué? Y si no está, ¿Qué hará? ¿Dónde? ¿Con quién? Es una especie de obsesión interna que intento no compartir. Supongo que por vergüenza.
Los días pasan y apenas me vale ya mirarla o pensarla. Necesito algo más pero el miedo me paraliza. Nuestras conversaciones, siempre banales, varían desde el frío de la mañana a la noticia significativa del día y con cada palabra me confirma que necesito a alguien como ella en mi vida. Su carisma, su paciencia, su generosidad. Compartir cada momento, reír juntas, soñar juntas, planificar un viaje, un futuro, una vida quizás.
Pero todo se queda en mi cabeza. Prefiero vivir en la incertidumbre de un amor que en la certeza de un rechazo.
Chiquita mía, si me lees, es a ti. ¿Te atreves?