MAL SUEÑO
Aquella noche sentí mucho frío. Se me había roto el zapato y tuve que andar descalza demasiado tiempo. Solo tenía un zapato puesto y el otro lo llevaba en la mano. Intentando sortear los obstáculos de la calle (cacas de perro, basura, suciedad…) iba dando pequeños saltos hasta que en uno de ellos me pinché.
Necesitaba descansar y revisar cuánto daño me había hecho, así que me senté en el primer portal que vi. Por suerte, la puerta estaba abierta, le dí al interruptor y vi las escaleras de mármol, anchas, pero con solo cinco escalones. Supe que debía sentarme.
Al final de los cinco escalones se veían las puertas de las viviendas de la planta baja y creo recordar que eran tres. Sentí un deseo enorme de que alguien me abrazara, me consolara y me curara mi herida y limpiara el pequeño hilo de sangre que emanaba de la incisión, pero eso no ocurrió
Tan solo soledad, ni el grito ahogado al apagarse la luz del portal, ni mis gemidos llorosos porque el frío me hacía tiritar, porque sentía miedo y porque quería llegar a casa. Ahora, con un pie herido tardaría mucho más.
Nadie me escuchó, nadie me consoló y solo el ruido del despertador hizo que me despertara de aquel mal sueño.